Aquí, donde el viento susurra antiguas canciones,
y la arena guarda secretos en cada grano,
el espíritu del Sahara con sus tradiciones,
se alza orgulloso, libre, soberano.
En el corazón del desierto, la vida florece,
resistente y fuerte, como el cactus en flor,
la cultura saharaui, que nunca perece,
se nutre de la historia, el arte y el amor.
El sol, en su trono ardiente,
baña el horizonte en un abrazo cálido,
mientras la luna, guardiana silente,
vigila la noche con su manto pálido.
El Sahara Occidental, tierra de contrastes,
donde el silencio habla más que mil palabras,
es hogar de un pueblo cuyos lazos son hilos interminables,
que van elaborando la memoria e historia de los hijos de las nubes.
En cada jaima se teje la vida diaria,
entre risas de niños y consejos de ancianas,
la comunidad se fortalece, solidaria,
enfrentando retos más arcanos.
El té se sirve, tres veces, sin prisa y en tertulia,
amargo como la vida, dulce como el amor,
suave como la muerte, así es conocido,
un ritual que une y alivia el dolor de una injusticia.
El Sahara Occidental, con su belleza austera,
es un testamento de resistencia y paz,
un pueblo que lucha por su tierra sincera,
con la esperanza de un futuro tenaz.
Que el mundo escuche, que el mundo vea,
la dignidad de un pueblo que no claudica,
en el Sahara Occidental, la vida sea,
un poema viviente, una fuerza mística.

SAHARA LIBRE
@MOVAPS